Un bizcocho tan rico y tan tierno que es mucho mejor comerlo a pellizcos (a pessigades), porque es difícil cortarlo sin aplastarlo, sobre todo cuando está recién hecho.
En Cataluña era costumbre repartirlo entre los asistentes a las procesiones patronales, y como era una tentación, antes de que terminara la procesión el pobre dulce ya había recibido varios pellizcos. Por eso lo llamaron "el pan que se come a pellizcos".
Separamos las claras de las yemas. Las yemas las blanqueamos con dos cucharadas de azúcar. Que queden bien montadas.
Las claras las montamos a punto de nieve. Cuando estén casi montadas, añadimos el azúcar restante y batimos un poco más. (Que no os de miedo batir todo el tiempo que sea necesario, porque las claras no son como la nata, que si nos pasamos se convierte en mantequilla. Las claras, cuanto más montadas mejor.)
Ahora vertemos las yemas sobre las claras y mezclamos con movimientos suaves y envolventes. Luego vamos echando la harina tamizada y poco a poco mientras mezclamos igual que antes, con suavidad y con movimientos de abajo a arriba.
Cuando esté todo mezclado, vertemos la masa en un molde enharinado, o como he hecho yo, forramos el molde con papel sulfurizado.
Horneamos durante 20 minutos más o menos (depende del horno...).
Esta vez también he hecho Magdalenas de Bescuit, aprovechando un poco de masa. Lo único que les he puesto es un poco de azúcar por encima antes de meterlas en el horno.
Comentarios de los miembros:
Muy buena pinta, voy a probar a hacerlo