Ponemos a cocer el agua para hidratar la pasta, con una cucharada de sal y mientras, vamos preparando el resto de los ingredientes.
Cuando el agua rompa a hervir echamos los fideos chinos atendiendo a las indicaciones del paquete. Los míos tenían que cocer durante 4 minutos, aunque yo los dejé algo menos porque siempre prefiero la pasta al dente. Escurrimos y reservamos.
En una sartén o en un wok echamos un chorro de aceite de oliva (no es muy chino, que digamos, pero me niego a usar otras grasas para cocinar) y sofreímos los dientes de ajo. Agregamos las gambas y dejamos que se hagan bien.
Cuando estén casi listas, añadimos el cuarto de vaso de vino blanco para hacer algo de salsita. Si son congeladas podrá no hacer falta echar el vino, dependerá de la cantidad de agua que hayan soltado.
No queremos demasiado líquido, solo algo de jugo para impregnar luego los fideos.
Reservamos.
Lavamos bien las verduras y las cortamos
En otra sartén, más grande que la anterior, salteamos las verduras con un chorrito de aceite de oliva, incorporando en primer lugar la cebolla.
Cuando comience a blanquear añadiremos la zanahoria y el broccoli y ya, en el último momento, cuando las anteriores estén tiernas (que no blandas), el calabacín. No echaremos sal.
Esta fue una advertencia de mi amiga Isa (Cocina con Reina) porque la salsa de soja ya lleva la suficiente.
La hice caso y quedó perfecto, así que, atención: no añadir sal.
Cuando tengamos listas las verduras, sin apagar el fuego, incorporamos las gambas que teníamos reservadas y dos o tres cucharadas de soja.
Damos unas vueltas para que se integren bien todos los ingredientes y añadimos los fideos escurridos. Apagamos el fuego, para que los fideos no se pasen y removemos bien para que estos se impregnen de todos los sabores.
Servimos calientes y, a ser posible, con palillos chinos porque ¡qué divertida fue la comida del sábado!
Si se quiere, se puede añadir una cucharadita más de salsa de soja ya directamente en el plato.