Ponemos en una cazuelita el medio litro de leche junto con la rama de canela y la piel de limón. Dejamos que casi hierva. Dejamos infusionar fuera del fuego. Colamos para retirar las pieles y la canela. En un bol ponemos las yemas, la maicena, el azúcar y batimos bien hasta que quede una crema blanquecina.
Cogemos unas cucharadas de leche caliente infusionada y mezclamos con lo anterior, removiendo bien. Con esto intentaremos que vaya adquiriendo un poco de calor la mezcla y no se corte al echarla a la cazuelita con la leche caliente.
Seguido volcaremos toda la mezcla en el cazo de leche caliente y mantendremos al fuego sin parar de remover con una varilla para impedir que al espesar se pegue.
Una vez espesa, vertemos la crema en cuenquitos y dejamos enfriar. Meteremos en la nevera para que esté bien fresca. A continuación, espolvoreamos azúcar por encima de cada cuenco y la caramelizamos con un soplete.