La salsa gremolata o gremolada ya se utilizaba en la época medieval, más tarde se introdujo en la cocina milanesa para acompañar al ossobuco, básicamente se componía de ajo, ralladura de limón y perejil, actualmente se le añaden más cosas como alcaparras, aceitunas o frutos secos.
En esta versión opté por las almendras y por aumentar la cantidad de aceite, porque esta salsa es muy espesa y granulada, y para usarla con las verduras a la plancha resulta demasiado seca, para mi gusto así queda mejor incluso para acompañar pescados a los que también les va muy bien, está muy rica.
Lavar y picar el perejil, pelar el ajo y quitarle el brote central así no os repetirá después, lavar a fondo el limón porque vamos a rallar la cáscara y tiene que estar muy limpia, reservar.
En una sartén con una gota de aceite tostar un poco las almendras, lo justo para dorarlas sin que se quemen.
Ahora exprimir medio limón y medir 3 cucharadas, porque en principio la cantidad de aceite que usaremos será justo el doble, si luego os parece que la salsa ha quedado seca se puede añadir más, tanto de una cosa como de otra, siempre guardando la misma proporción.
Ponemos todo en el vaso de la batidora junto con la sal y la pimienta, y trituramos hasta obtener una mezcla en la que se verán los trocitos de almendra, como ya os dije esta no es una salsa ligada y untuosa, si no que queda con tropezones, en realidad es como una picada con un poco de líquido, por eso la cantidad de zumo de limón y aceite es a gusto del consumidor.
Presentarla en un cuenco para que cada uno se sirva tanta como quiera, es ideal para acompañar verduras, pescados y hasta carnes a la plancha, y en principio se puede considerar una salsa muy sana porque la única grasa que lleva es aceite de oliva, y además para dar sabor a nuestro plato no se necesita gran cantidad, por lo que no abusaremos de él.