Lo primero, batimos la nata con las varillas hasta que empiece a engordar, pero sin llegar a hacer nata montada. Calentamos las copas llenándolas con el agua caliente y tirando luego el agua. Si tenemos las copas como las que regalé a mi madre, vamos llenando cada ingrediente hasta donde está la marca, pero si no, el proceso es el siguiente:
Ponemos dos cucharadas de azúcar moreno en un cazo y le añadimos el whiskey, calentando la mezcla hasta que casi esté hirviendo. El whiskey (no es lo mismo que el whisky, es la versión irlandesa, con diferente aroma que el escocés). Rellenamos las copas con la mezcla de whiskey y azúcar hasta un tercio de su volumen y completamos con casi otros dos tercios de café bien caliente.
Para finalizar, añadimos la nata espesa dejandola sobre el café pero para que no se mezclen la echamos sobre el dorso de una cuchara, para que quede flotando en la parte superior de la copa. Se puede espolvorear con canela o con unos granos de café. El secreto para disfrutarlo es no mezclarlo y beber el café irlandés a través de la nata.