Hacer un pequeño corte en las castañas y ponerlas en una olla con agua caliente escaldándolas unos 10 minutos. Pelar las castañas quitándoles también la piel fina que las recubre con mucho cuidado para que no se rompan.
Aconsejo ir sacándolas de la cazuela de una en una con una cuchara para que no se enfríen, pues si se enfrían no hay quien las pele sin romperlas, al menos es la conclusión a la que yo he llegado. Volver a ponerlas a cocer en un litro de agua hasta que estén tiernas.
Mientras tanto, preparar un almíbar con 3/4 de litro de agua, el azúcar y la vainilla en una olla y cocer este preparado durante 15 minutos a medio fuego. Añadir las castañas y aflojar el fuego, dejándolas cocer 15 minutos más. Sacar la olla del fuego y deja reposar las castañas durante un día entero.
Forrar la bandeja del horno con papel especial y disponer las castañas sobre él, yo he procurado escurrirlas lo que podir para que no me quedaran demasiado impregnadas. Hornearlas durante 20 minutos (el tiempo depende de cada horno) una temperatura de 125 grados hasta que se vea que están bien secas y seguidamente dejarlas enfriar. Se colocan en capsulitas de papel.