Comenzamos encendiendo el horno y lo ponemos a 174ºC. Mientras se calienta, cortamos las berenjenas por la mitad a lo largo y les hacemos unos cortes transversales en plan D´Artagnan, así como a rombos. Añadimos sal, un chorrito de aceite y las horneamos durante 40 minutos.
Una vez que las berenjenas estén listas, les extraemos la pulpa (que como siempre fué del chá chá chá) y la reservamos. A continuación, calentamos aceite en una sarten y pochamos la cebolla cortada en rodajitas. Antes de que se dore, agregamos una pizca de comino y otra de cayena.
Ahora llega el momentazo de uno de los ingredientes protagonistas de la receta: el yogur. Podéis usar yogur griego para la ocasión, aunque si disponéis de una yogurtera inmortal y sempiterna como la que tiene mi amiga Bego, no dudéis en usarla.
Mezclamos el yogur con el sofrito y vamos añadiendo la berenjena en tiras tipo "patata frita". Lo mantenemos un par de minutos a fuego suave y servimos acompañado de unas hojas de cilantro. Y con esto ya está todo.
Lo que no me queda del todo claro son el número de cubiertos que necesitaremos para 2 personas. Siempre se me dieron de pena las matemáticas.