Lo primero que hacemos es separar las claras de las yemas. En un cuenco grande echamos las tres yemas y 220 gramos de azúcar hasta obtener una mezcla suave y espumosa. Poco a poco vamos incorporando la harina tamizada a la mezcla, no os preocupéis si en un primer momento la masa está un poco seca, ya que luego con las claras de huevo cambiará su aspecto.
Por otra parte, montamos las claras a punto de nieve y las incorporamos poco a poco al resto de la mezcla, daros cuenta que esto va a hacer que el bizcocho quedé más esponjoso, por lo que tenéis que juntar con mucho cuidado.
Mientras tanto precalentamos el horno a180º, untamos el recipiente que vayamos a utilizar para el horno de mantequilla y espolvoreamos un poco de harina para que no se pegue. Echamos la mezcla y lo metemos en el horno durante 25 minutos o hasta que se nos doré la capa superior.
Una vez que está listo el bizcocho, lo dejamos enfriar. Colocamos el agua en un cazo y le echamos cuatro cucharadas de azúcar y lo dejamos hervir hasta que el azúcar esté completamente disuelto, lo retiramos del fuego y le agregamos el vino. Lo dejamos enfriar.
Le damos la vuelta al bizcocho y lo bañamos en el almíbar, daros cuenta que los bizcochos borrachos son muy dulces y están muy bañados, por lo que te sueles pringar las manos; no obstante, si queréis le podéis echar menos almíbar.
Una vez que has bañado los bizcochos se rebozan en azúcar y canela y ya están listos para degustar. Espero que os haya gustado este plato de mi tierra y si pasáis por aquí no dejéis de probarlo.