Cortamos el queso en bastoncillos de 1.25 cm. por 1" de grueso. En un recipiente bañamos el queso con vino blanco. Tapamos y dejamos marinar una hora a temperatura ambiente. Mientras, preparamos la masa mezclando 150 gr. de harina con 2 dl. de vino blanco.
Batimos hasta que no haya grumos de harina visibles y logremos una masa uniforme y espesa. Agrega harina si la masa está demasiado líquida, queremos que la masa se adhiera al queso.
Batimos a punto de nieve 2 claras de huevo y las incorporamos delicadamente a la masa, una vez que ésta haya reposado.
Elimina el vino usado para marinar los bastoncitos y los secamos. Pasamos por harina hasta que ya no estén pegajosos. Esto lo hacemos para que la masa se adhiera a los bastoncitos de queso.
Calentamos el aceite a 190 g. Con una pinzas de cocina, remoja los bastoncitos de queso en la masa y los vamos deposítando suavemente en el aceite, utilizando una canastilla para freír. Freímos hasta que adquieran un color dorado y pasamos a un papel de cocina para que absorva el aceite.
Servimos como entrante, con una ensalada. Son realmente deliciosos, con el queso ligeramente derretido en el interior y perfumados con el sabor ácido del vino blanco, en una masa crujiente de vino blanco.