Maceramos el pollo en la leche, con las especias y condimentos, mínimo una hora. La leche hace que la carne se ablande, y en especial a las pechugas de pollo les da más jugosidad cuando las preparamos a la plancha.
Después de dejar macerar, en una bolsa metemos la harina con las especias de nuevo, y mezclamos bien.
Metemos los trozos de pollo uno a uno para que cubra la harina la carne y los vamos reservando en una fuente.
Alentamos la freidora o una sartén con abundante aceite, y añadimos el pollo de uno en uno, con pocas piezas de golpe para que no baje la temperatura del aceite.
Cuando este dorado sacamos lo sacamos a una rejilla a escurrir, no con papel absorbente que hace que se pierda el efecto crujiente que deseamos conseguir.
Lo acompañé de ensalada de lechuga, tomate, cebolla y remolacha. Se echaban de menos unas patatas fritas pero ya me pareció que el plato era lo suficientemente calórico como para no añadir nada más.
El rebozado sorprende, me encantó, no hace falta deciros que a mis hijas les chifló.