Lo primero es limpiar la verdura y pelar ligeramente el calabacín (dejando algo de la piel verde pero no toda). Limpiamos también la lima por fuera ya que usaremos tanto su zumo como su piel.
El truco es hacer láminas muy muy finas (como papel de fumar) y extenderlas sobre una bandeja bonita.
Con ayuda de una tabla, picamos finamente el puerro en trocitos como granitos de arroz. La receta original dice usar la parte blanca pero sinceramente, a mi resulta mucho más tierna y sabrosa la parte verde (no las primeras hojas que son duras, sino las interiores que son lo más parecido a un brote).
Ahora espolvoreamos las láminas de calabacín con el puerro picado, la pimienta, la sal y la ralladura de la piel de lima.
Añadimos un chorrito de un buen aceite de oliva virgen e incorporamos un poco de zumo de lima. Por último culminamos con la menta fresca y las lascas de parmesano.
Tener un pedazo de queso parmesano en la casa y de cortar en el momento los pedazos o las láminas con la ayuda de un cuchillo aguzado.
Comentar tan sólo que la foto es de la primera que lo preparé y en ese momento no tenía menta por casa por lo que va sin la menta. Os aseguro que está igual de rico.