La verdad es que los bollycaos no era uno de mis postres favoritos, pero es un dulce que a casi todo el mundo le encanta y si los haces caseros, ya verás como el éxito es mayor. Yo les he puesto bastante más chocolate que en los comprados y estaban deliciosos, aunque cuando los metes al horno, algunos se abren y puede que el chocolate se salga un poco, pero merece la pena.
Lo primero que hacemos es elaborar la masa. Comenzamos mezclando todos los ingredientes en un bol para amasarlos, como os he explicado en otras ocasiones, yo tengo una batidora-amasadora, por lo que tardo menos tiempo que si lo hiciera a mano, pero bueno si no tenéis en casa lo único que deberéis tener es un poco más de paciencia.
Antes de mezclar los ingredientes tenéis que sacar la mantequilla de la nevera para que tenga una textura cremosa y la levadura fresca prensada la tenéis que deshacer en los 250 mililitros de leche, que tiene que estar templada, que no esté caliente, ya que si no puede perder sus propiedades. Y añadís sólo uno de los huevos, ya que el otro será para pintar los bollycaos.
Cuando ya veis que la masa se despega de las paredes del bol y de las manos, la tapáis con un paño y la dejáis que fermente.
Yo la tuve una hora, ya que ahora al ser verano tarda menos tiempo, porque la temperatura es más alta, sobre todo en mi casa. No obstante, os daréis cuenta que la masa está lista cuando haya doblado su volumen.
Pasado este tiempo, volvéis a amasar un poco la masa para quitarle todo el aire y vais cortando cachos, la aplanáis con un rodillo, ponéis una cucharada de nocilla en el centro y los cerráis con la forma del bollycao, los ponéis en una bandeja de horno y los pintáis con el huevo que os había sobrado, yo a algunos les puse fideos de chocolate por encima para que quedarán más bonitos. Ahora los volvéis a dejar reposar otro rato y mientras tanto vais precalentando el horno a 180º.
Una vez que han pasado unos 20 minutos, los metéis al horno y los tenéis entre 20 y 25 minutos hasta que veáis que vuestros bollos están dorados, luego los sacáis y ya están listos para comer.
Están ricos tanto templados como fríos, además si los guardáis dentro de una bolsa os pueden durar varios días.