Batimos las dos yemas junto con los dos huevos, el azúcar y la cucharada de sal. Lo montamos bien hasta que nos quede muy esponjoso, casi al doble o triple de su volumen. Por otro lado, montamos las 3 claras con los 20 g de azúcar hasta que quede a punto de nieve. Sabréis que está montado cuando volquéis el cuenco y no se caiga.
Añadimos las claras montadas a la mezcla de los huevos con el azúcar, con movimientos envolventes, para que no se nos baje. En este momento dejamos la batidora a un lado, que ya no nos va a hacer más falta y cogemos mejor una espátula. Tamizamos la harina con la levadura y la vamos añadiendo despacio a la mezcla, para que no se nos baje. Importante no batir, solo mezclar despacito. Vertemos esta mezcla en una manga pastelera con una boquilla lisa.
Ponemos papel de cocina en la bandeja del horno, y delineamos despacito todo el contorno. Empezando por una esquina, en sentido diagonal, vamos rellenando hasta llenar la bandeja completamente. La cocemos a unos 200º entre 8 o 10 minutos. Al ser una plancha tan fina, debemos estar pendientes de que no se dore demasiado. Cada 5 minutos podemos girar la bandeja para que se nos cueza de manera uniforme.
Cuando veamos que está, apagamos el horno y ponemos a enfriar la plancha de bizcocho en una rejilla, bien cubierta con un paño húmedo, para que luego nos resulte más facil enrollarla sin que se rompa. Mientras el bizcocho se va horneando, podemos ir preparando la bechamel.
Cortamos la cebolla en brunoise y la rehogamos en la mantequilla. Cuando este pochada añadiremos 3 cucharadas de harina, la rehogamos un poco para que no sepa a crudo y le añadimos ½ litro de leche caliente y un poco de sal.