Super Bowl y comida basura: ¿una alianza inevitable?

La Super Bowl es uno de los eventos deportivos más vistos del mundo, que atrae a millones de espectadores cada año. Pero más allá del fútbol americano, también es un acontecimiento ineludible para los amantes del buen comer. Lejos de ser un mero detalle, la comida juega un papel fundamental en esta celebración, que se caracteriza por la abundancia y el exceso. Te contamos todo sobre esta extraordinaria celebración deportiva y, no menos importante, gastronómica (en exceso).
Una celebración gastronómica descomunal
Según el Instituto Americano de Distribución de Alimentos, la Super Bowl es el segundo día del año con mayor consumo de comida y bebida, solo superado por el Día de Acción de Gracias. Las cifras son asombrosas: 1.250 millones de alitas de pollo, 50 millones de cajas de cerveza, 54 millones de kilos de aguacates, 11 millones de porciones de pizza, sin contar las patatas fritas, pretzels, palomitas y otros aperitivos.
El impacto psicológico y nutricional de esta abundancia
Aunque estas cifras dan fe de la magnitud del acontecimiento, también pueden generar ansiedad alimentaria. El Calories Control Council estima queel estadounidense medio consume unas 2.400 calorías adicionales el día de la Super Bowl, principalmente a base de alimentos procesados y ricos en grasas. Los medios de comunicación suelen resaltar este exceso a través de estadísticas sensacionalistas, lo que contribuye a fomentar una sensación de culpa en torno a la comida. Sin embargo, este enfoque puede poner en peligro una relación equilibrada con la alimentación, al generar un ambiente de juicio sobre las elecciones gastronómicas durante el evento.
El marketing, aliado oculto de la comida basura
La semana previa a la Super Bowl se produce un incremento del 15% en las ventas de aperitivos en Estados Unidos, lo que se traducirá en unos 670 millones de dólares en 2024 (fuente: Concordia University). Las patatas fritas, las tortillas de maíz, los pretzels, las alitas de pollo y las pizzas están por todas partes, reforzando la relación entre placer, convivencia y comida rápida. Esta representación del “festín de la Super Bowl” contribuye a normalizar el consumo excesivo y perpetúa una cultura alimentaria en la que los excesos no solo se aceptan, sino que se fomentan.
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