Vamos a comenzar preparando la vinagreta, para lo cual vamos a trocear el diente de ajo triturándolo en el mortero junto a unas lágrimas de aceite de oliva.
Una vez que los restos de ajo tengan el tamaño de un átomo de hidrógeno, añadimos unas gotas de vinagre de jerez y el resto del aceite de oliva para que se produzca una fisión nuclear, de esas que quitan el sentío. Mezclamos la vinagreta con la rúcula y un poco de sal y dejamos que vaya reposando.
Continuamos poniendo una sartén al fuego con abundante aceite y mientras se calienta, vamos pasando las gulas por harina hasta que queden bien blanquitas.
Ya veréis que agradecidas son para rebozar ya que no se pegan ni se hacen pegotes, como ocurre con otros pequeños pescados. Aunque ahora que caigo, la gula no es un pescado. Más bien un pecado ¿no?
Bien. Sacudimos las gulas sobre un colador para deshacernos del exceso de harina y a la sartén. Cuando las gulas empiecen a dorarse las sacamos de la sartén, las dejamos escurrir y las plantamos directamente sobre la rúcula.
Chorrito de limón al canto y a disfrutar de este plato, que según las teorías de Einstein, siempre perdurará en el tiempo y en el espacio. No lo olvidéis. Es relativo.
Comentarios de los miembros:
Te has olvidado del huevo en el rebozado
La mezcla de la rucula con las gulas hace que tenga una textura rara. Además se olvido del huevo en el rebosado.