En esta ocasión os traigo otra receta de espinacas. Hay que ver que cuando era pequeña no me gustaban nada y ahora, no es que sean de mis comidas favoritas, pero me gustan y bastante. Supongo que esto nos pasa a la mayoría, porque ya lo he comentado con más de una amiga. Que cuando somos pequeños, nos quejamos de cualquier comida y ahora que somos madres, cualquier cosa cocinada por nosotras nos sabe a gloria.
Lo primero que vamos a hacer es poner al fuego una sartén con dos cucharadas de mantequilla , añadimos los 3 dientes de ajos pelados enteros y salpimentamos. Mientras se van haciendo vamos pelando la cebolla y la cortamos en trozos pequeños. Una vez tengamos las gambas y las espinacas hechas, las retiramos de la sartén y quitamos los ajos de la mezcla. Aprovechamos la misma sartén para hacer la bechamel.
Lo primero que haremos es añadir a la sartén una cucharada de mantequilla, una vez se ha deshecho pochamos en ella la cebolla, añadimos un poco de nuez moscada y harina. Cuando la harina se empiece a dorar es el momento de añadir una pizca de leche y a fuego lento no parar de remover con unas varillas. Es importante no parar de remover para que la bechamel nos quede sin grumos.
En un bol, mezclamos bien la bechamel con las espinacas y las gambas. A continuación en la bandeja de hornear, extendemos la lámina de hojaldre y la pinchamos con la ayuda de un tenedor. Extendemos encima la mezcla de espinacas, con cuidado de no llegar a los bordes. Vamos enrrollando la masa sobre sí misma y con la ayuda de un tenerdor sellamos los bordes. Volvemos a pinchar la masa por arriba con el tenedor y la pintamos con huevo. Procedemos a realizar otro rollo con la otra masa de hojaldre y las horneamos a 180º de 20 a 30 minutos dependiendo del horno.