Trituramos un rulo de galletas María y le añadimos 80 g de mantequilla derretida, hasta hacer una pasta, para ayudarnos le podemos agregar un par de cucharadas de leche. Forramos con film un molde redondo desmontable y ponemos en la base la pasta de galletas, apretándola bien. Depués dejamos en la nevera mientras hacemos el resto.
De 500 ml de nata, separamos 100 ml y lo ponemos en un cazo al fuego, los otros 400 ml los ponemos a montar en el robot. Aparte metemos en agua fría 5 hojas de gelatina. Cuando la nata del cazo esté caliente, le echamos 300 g de queso crema y mezclamos hasta que el queso se disuelva, entonces le ponemos las hojas de gelatina bien escurridas, y movemos hasta que todo esté integrado y echo una crema. Dejamos templar.
Cuando la nata esté montada, le ponemos dos cucharadas soperas de azúcar glass y seguimos batiendo hasta que se disuelva. Pasamos la crema ya templada, a una fuente honda y le vamos poniendo en tres veces la nata montada, mezclando con movimientos envolventes. Esta crema la ponemos encima de la base de galletas y la dejamos en el frigorífico hasta que se cuaje.
Por último ponemos en un cazo al fuego un poco de agua y medio tarro de mermelada de fresa y vamos removiendo hasta que se disuelva. Aparte habremos puesto a remojar otras 5 hojas de gelatina, que le agregaremos a la mermelada bien escurrida cuando esté caliente. Mezclamos y dejamos que enfríe un poco. Antes de que empiece a cuajar, lo verteremos encima de lo que teníamos reservado en la nevera. Dejar que enfríe al menos unas 3 horas. En cualquier caso, me pareció que estaba buenísima, la que comí al sacar del congelador y la que quedó al día siguiente de la nevera. Os animo a probarla.