Las enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, el Parkinson o la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), representan un desafío importante para la salud pública. Estas patologías, caracterizadas por la degeneración progresiva de las células nerviosas, afectan gravemente las capacidades cognitivas y motoras de quienes las padecen. Afortunadamente, investigaciones recientes han puesto de manifiesto que la alimentación puede jugar un papel crucial en la prevención y ralentización de su progresión.