Hacía ese trayecto en tren dos veces al día, cinco días a la semana. Una hora para ir al trabajo y otra hora para volver a casa. Conocía al noventa por cien de las personas que se subía en aquel vagón a lo largo de la semana
La pareja de jubilados que viajaba todos los viernes para quedarse todo el día con su nieto, a la chica que combinaba parte del trayecto en tren y la otra mitad del viaje con su bicicleta a la que llevaba a cuestas, al joven padre y su recién estrenada maternidad, siempre con traje, siempre serio, a la mamá con un hijo de unos cuatro años y un bebé en el carrito, siempre apurada por molestar a todo el mundo hasta que conseguía colocar carrito, niños y a ella misma...
Luego estaban los esporádicos, los que solo se subían dos o tres veces en semana
Todos se daban los buenos días, intercambiaban algunas frases de cortesía y para alguien ajeno, algunos incluso parecían amigos
Se preguntaban por los familiares enfermos, por los nietos, el trabajo, sabían cuando no se verían porque tenían vacaciones en el trabajo
Sabían la vida unos de otros por una infinidad de pequeños detalles que se intercambiaban en aquel vagón de tren
Los jubilados le dieron ánimos a la chica de la bicicleta la mañana en que esta confesó que llevaba cinco días sin verse con su novio...
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