Uno de los grandes miedos que nos puede surgir en la cocina, es usar ingredientes que no conocemos, o que hemos utilizado poco. Los vemos como cosas difíciles de manejar y muy frágiles. Pero ese miedo, no es para tanto, debemos ir despacio, y recopilar toda la información que podamos, preguntar y ver todo lo que se pueda.
Hoy vamos a preparar un delicioso bocado, con pasta o masa Filo. Una deliciosa envoltura, que hay que tratar tan finamente como es ella.
Antes de empezar, he de deciros, que no vamos a tirar las hojas verdes del puerro, las cortaremos en finas tiras y las utilizaremos para anudar nuestros pequeños suspiritos.
Para tener preparado nuestro relleno con anterioridad, en una sartén con aceite caliente, sofreímos lentamente el puerro cortado muy fino además del bacon. En un vaso con leche fría, ligaremos la maicena, diluyéndola con una cuchara. Formaremos removiendo lentamente una bechamel en la misma sartén con el puerro y el bacon. Debemos intentar, que quede bastante espesa, agregaremos algo más de maicena si fuera necesario. Nos interesará mucho más a la hora de rellenar nuestros bocados. Probamos de sal y reservamos.
En casi todos los supermercados, tenemos una gran variedad de masas y pastas, tanto frescas como congeladas, perfectas para cualquier uso en la cocina. Intentar preparar pasta filo por nuestra cuenta, es una tarea muy complicada, que no merece la pena. Os aconsejo un sencillo rollo de pasta de unos 250 g, aunque sólo utilizaremos unos 200, siempre es mejor tener algo más, es probable que tengamos alguna rotura. Mantendremos hasta el final, la pasta en la nevera, así se mantendrá más fresca y firme.
¿Preparados para las manualidades?
Cortamos cuadrados de unos 15 cm de lado aproximadamente. Dependerá del tipo de pasta que compréis que os sobre más o menos. Con un poco de margarina o si queréis con un poco de aceite, mojaros las manos y las láminas para una mejor manipulación.
Cada suspiro, se compondrá de dos hojas.
Añadimos una cucharada de nuestro relleno y un poco de queso rallado. Cogemos las puntas, intentando hacer con las dos manos, pequeños saquitos, que cerramos apretando un poco la boca y atando con las tiras de las hojas del puerro, remojadas también con otro poco de margarina o aceite de oliva. Más vale maña que fuerza. Paciencia, sino os sale a la primera, tranquilos, es normal.
Freímos en aceite caliente, preferiblemente en freidora así cubriremos totalmente y el dorado será completo y uniforme. Cuidado con pasarnos con el tiempo, es posible que se rompan si es demasiado. Retiramos a un plato con papel absorbente.
Presentamos con un poco de ensalada y unos tomates verdes...