Ya tenemos el molde. Ahora viene lo más difícil, que consiste en contornear dicho artilugio con la masa de hojaldre bien amasada y estirada. Para que salga más o menos bien, lo mejor es hacerlo de fuera hacia adentro, para lo cual es fundamental recortar la masa excedente teniendo en cuenta la altura de las paredes de nuestra "lata".
Vale. Pues ahora pegamos la masa a las paredes del molde, y con el sobrante hacemos una especie de cucuruchos que simularán el "retorcido" de la lata al abrirla. Como va a sobrar bastante masa, mi consejo es que hagáis varios para luego quedaros con el que más os guste. En cuanto al contorno del molde, no os preocupéis mucho por las imperfecciones ya que el hojaldre, una vez que se hornea, hace lo que le sale a él de los huevos.
Hablando de huevos, no olvidéis pintar la masa con con una yema batida antes de meterlo en el horno, que deberá estar como el Dinio: "caliente y fuetecito". Transcurridos 10 minutos, nuestra lata comestible debería tener este bonito aspecto:
Ya ha pasado lo peor. Lo demás es puro tunning, como por ejemplo el fragmento de brocheta que le he puesto para imitar el abrelatas.
Para rellenar el invento, aparte de las sardinas, vamos a poner un fina capa de pisto casero en el fondo y como no, unas rodajitas finas de cebolleta.
Y por fin.....las sardinas. Conviene escurrirlas un poco para que el hojaldre no se nos inunde de aceite, pero sin pasarnos tampoco para que mantenga en la medida de lo posible su esencia de alimento en conserva.