"Lo siento, tenía hambre". ¿Por qué nos enfadamos cuando estamos hambrientos?

Me considero una persona afable, razonable, comprensiva y equilibrada… excepto cuando tengo hambre. En ese momento, mi paciencia se evapora, mi tolerancia se tambalea y cualquier inconveniente se transforma en una afrenta personal. Cuando mi estómago ruge de hambre, en cuestión de minutos, mi yo más primitivo aparece y mi único propósito en la vida es llevarme un trozo de pizza a la boca. Todo lo que se interponga en ese camino se convierte en motivo de enfado. Y no soy la única. A ti también te ha pasado. A mi madre, a tu pareja, a ese compañero de trabajo que, de repente, se vuelve irascible a media mañana.
Es curioso cómo el hambre nos provoca enfado. Eso es un hecho. Pero hay razones tan sorprendentes como inevitables que lo explican. Veamos, entonces, qué es lo que realmente sucede dentro de nuestro cuerpo. ¿Por qué el hambre tiene el poder de cambiar nuestro estado de ánimo de manera tan drástica?
Descenso de glucosa en sangre
El cerebro depende casi exclusivamente de la glucosa como fuente de energía. Es la "gasolina" que necesita para funcionar correctamente. Cuando pasamos tiempo sin comer, nuestros niveles de glucosa bajan y el cerebro se resiente. Esta hipoglucemia provoca que el cerebro no funcione al 100%. Seguramente te hayas notado más torpe, cansado, confuso y, por supuesto, más irritable cuando llevas mucho tiempo sin haber comido.
Se dispara la hormona del estrés
Cuando los niveles de glucosa en sangre disminuyen, el cerebro activa señales que estimulan a distintos órganos para producir y liberar hormonas encargadas de elevar el azúcar en el organismo. Entre estas hormonas se encuentran la epinefrina y el cortisol, liberadas también en momentos de estrés, que preparan al organismo para enfrentar situaciones adversas, aumentando la tensión y la predisposición a reaccionar de manera agresiva. Este mecanismo biológico explica por qué nos sentimos más tensos y desagradables cuando tenemos hambre.
El cerebro prioriza la búsqueda de alimento
Desde una perspectiva evolutiva, el hambre activa en el cerebro un estado de supervivencia. Este estado nos impulsa a centrarnos en la obtención de alimento, dejando en segundo plano otras actividades. Esta focalización puede llevar a una menor tolerancia y mayor irritabilidad hacia estímulos que no estén relacionados con la comida. Esta respuesta es una estrategia adaptativa para asegurar la ingesta necesaria para la supervivencia.
Percepción negativa del entorno
El estado de hambre no solo afecta nuestras funciones fisiológicas, sino también nuestra percepción del entorno. Según un estudio, publicado en la revista PLOS ONE en 2022, los investigadores encontraron que cuando una persona tiene hambre, es más propensa a interpretar las señales externas de manera negativa, lo que incrementa la irritabilidad y la sensación de enojo. Además, se observó que los niveles bajos de glucosa en sangre estaban asociados con un aumento en los sentimientos de frustración y una disminución en la capacidad de regular las emociones. Estos hallazgos sugieren que el hambre puede distorsionar nuestra evaluación de situaciones y personas, intensificando las reacciones emocionales.
¿A ti te ha pasado?
La próxima vez que sientas que el hambre te convierte en una versión menos amigable de ti mismo, recuerda que hay fundamentos biológicos y psicológicos detrás de esa reacción. Entender estos mecanismos puede ayudarnos a manejar mejor nuestras emociones y evitar conflictos innecesarios.
Puede que también te interese:
Comentarios
