Comer y beber como un rey en esta comunidad uniprovincial de España es posible. La Rioja es una tierra que no puede entenderse sin su cultura enológica. De su terruño surgen algunos de los vinos más apreciados en nuestro país. Pero de igual modo, cabe destacar el carácter agrícola arraigado de estas tierras fértiles regadas por el río Ebro. Así, los productos de la huerta se convierten en grandes protagonistas de muchos de sus platos. La importancia hortícola es tal que, la ciudad de Calahorra, cuenta con un museo dedicado exclusivamente a la verdura. Si lo visitas te quedarás boquiabierto cuando veas vestidos confeccionados con hojas de cebolla, alubias a modo de pedrería o chaquetas hechas de pimientos rojos secos.
Lejos de la anécdota, en La Rioja nos encontramos con una dieta local que destaca por la profusión de guisos, menestras y chacinas ligadas, en parte, a la tradicional matanza del cerdo. Entre exquisitas manitas de cerdo y orejas guisadas, el cordero también hace aparición con sus embuchados, su asadura, con la caldereta, o los menudos de cordero conocidos aquí como los patorrillos. Pero cobra especial protagonismo cuando llega la primavera. Es entonces cuando los amigos se reúnen al aire libre, en torno a unas brasas de sarmientos para asar unas chuletillas de cordero lechal (de la raza chamarito) que potencia su sabor gracias a este combustible que nos da la vid. Todo ello, regado, cómo no de unos buenos tintos riojanos. Cuando el sol asoma, la Rioja huele a sarmiento y días felices.
A continuación, os enumeramos sólo algunas de las bonanzas gastronómicas que nos brinda esta tierra y que no deberías perderte.