Precalentamos el horno a 180 grados. Seguimos las instrucciones del paquete de preparado para bizcochos (o para magdalenas). En mi caso, era batir con varillas los huevos con el azúcar, añadir luego el aceite y el yogur y seguir batiendo hasta formar espuma. Después agregar el preparado seco de manera gradual, mezclando bien con una espátula hasta que no quede ningún grumo.
Depositamos en cada moldecito una cucharadita de masa de manera que cubra la base; si son de papel o de silicona no habrá hecho falta engrasarlos. Ahora añadimos el sirope de chocolate, sin pasarnos: Y ahora es el turno de las pastillas de chocolate:
Colocamos el molde en el horno, y cubrimos con más masa sin llenar del todo las cavidades. Como veis el molde está colocado sobre la parrilla alta; esto no es imprescindible si el molde cabe en la base del horno, sobre la parrilla baja. En mi caso no era así (el horno es un poco más estrecho por abajo), así que usé la parrilla alta y el aro extensor.
Olvidé por cierto espolvorearlos con azúcar...la próxima vez será. Ponemos la tapa al horno y los horneamos durante 15 minutos. Después bajamos la temperatura a 120 grados y los dejamos 10 minutos más; también sirve dejarlos en el horno apagado durante más tiempo, con la tapa entreabierta (mal ajustada) para que no se condense la humedad.
Parecer que éstas son de las pocas magdalenas que vale la pena servir boca abajo. A los diez minutos de haber sacado el molde del horno, ya las podéis desmoldar con mucho cuidado. Parecerá que no están hechas por abajo, pero ése es el punto que deben tener. Veréis que el sirope de chocolate se ha abierto paso fuera de la masa...mientras que la pastilla de chocolate (esto lo descubriréis sólo al hincarles el diente) se ha mantenido consistente.al menos en parte. Esto crea un contraste muy interesante.
Mejor servir las magdalenas inmediatamente, o dentro de la primera hora después de sacarlas del horno. Más tarde también están muy sabrosas, sólo que el sirope se parece más a crema de cacao.