El día anterior preparamos el Pâte Fermentèe. Mezclamos la harina con la sal. Por otra parte disolvemos la levadura en un poco de agua. Vamos incorporando el agua a la harina y finalmente la levadura disuelta. La masa no debe de quedar muy pegajosa al terminar de amasar.
Dejamos fermentar una hora hasta que aumente su tamaño el doble del original. Cubrimos con papel film y dejamos toda la noche en el frigorífico. Esta masa se puede guardar hasta tres días e incluso hasta tres meses en una bolsa hermética y congelada.
Al día siguiente sacamos la masa una hora antes del frigorífico. La cortamos en trozos, tapamos con un paño y dejamos para que se atempere por lo menos esa hora.
Una vez pasada esa hora vamos a mezclar primero la harina con la sal y añadimos poco a poco la pâte fermentèe, el huevo, el aceite y un poco de agua con la levadura disuelta. Amasamos poco a poco añadiendo el agua. Amasamos durante unos 10 minutos hasta que la masa quede uniforme, nos debe de quedar suave y adherente.
Dejamos fermentar a temperatura ambiente durante 2 horas, o hasta que la masa doble su tamaño. Si vemos que obtiene el doble de su tamaño antes de las dos horas, desgasificamos un poco y volvemos a dejar hasta que pasen las dos horas.
Sacamos la masa y dividimos la pieza, podemos hacer los bollos del tamaño que deseemos. Yo he preferido hacerlos pequeños. Los bollos se pueden hacer de dos formar: O con el cortador de bollos kaiser o anudándolos. Se rocían con aceite una vez marcados y se les da la vuelta. Dejamos fermentar unos 45 minutos.
Volvemos a dar la vuelta a los bollos, rociamos de nuevo con aceite y dejamos que fermenten otros 45 hasta que doblen su volumen. Rociamos con agua para espolvorear con semillas de amapola o sésamo. El horno lo hemos precalentado a 220 grados.