Con un rodillo hacemos unas obleas de unos dos milímetros de grosor y horneamos por ambos lados, sin que apenas se doren.
Es aconsejable apilarlas y cubrirlas con un paño, para mantenerlas calientes y que no se sequen.
Se pueden rellenar de casi cualquier cosa que más os guste, se doblan y hay que comerlas enseguida pues al no llevar levadura, se pone dura rápidamente.
En la antiguedad se hacían en los hornos de leña de los que os hablaba en el post anterior.
Comentarios de los miembros:
Muy buena