Pelar las castañas. Si son pilongas, será necesario hervirlas para poder quitarles la piel interior y rehidratarlas. En mi caso las tuve una horita en agua hirviendo y luego las fui sacando por tandas y pelándolas aún calientes.
Poner las castañas ya peladas y rehidratadas en la leche con la vaina de vainilla abierta a lo largo y el azúcar. Hervirlas, a fuego bajo, hasta que estén blandas. Retirar la vainilla, y cuando la mezcla se haya enfriado un poco mezclar con el mascarpone. Batirlo todo hasta tener una mezcla homogénea.
Poner en un tupper y meter en el congelador. A la hora, sacarlo, volverlo a batir y volverlo a meter en el congelador. Repetir esta operación una vez más pasada otra hora, y esta vez poner la mezcla, que ya tiene que estar cogiendo consistencia, en unos moldes.
Dejarlo otra hora en el congelador, hasta que esté lo suficientemente frío como para que se pueda desmoldar con facilidad, desmoldarlo y a comer. Es un postre fresco pero contundente, viene bien como colofón de una comida ligera de primavera. Para los que os gusten las castañas, es completamente adictivo.