Patatas fritas, pan tostado, un pollo frito estilo KFC con su dorada y crujiente costra... ¿has empezado a salivar? no eres el único. Seguro que alguna vez has sentido una atracción irresistible por ciertos alimentos y snacks crujientes y resulta que es bastante normal. Y es que, el placer que sentimos al morderlos tiene una explicación científica muy interesante que involucra nuestros sentidos y también nuestro cerebro.
¿Por qué el crujiente es tan atractivo?
El interés por las texturas en los alimentos se ha convertido en un tema de estudio en neurociencia y psicología. Existen diversas teorías que explican por qué el crujiente tiene un efecto único en nosotros. ¡Veamos qué sensaciones nos produce y por qué!
1. Textura y sonido
Una de las razones principales por las que el crujiente nos resulta tan placentero es porque involucra múltiples sentidos, especialmente el oído y el tacto. Al morder alimentos como una zanahoria fresca, una hoja de lechuga o un trozo de pan recién tostado, se produce un sonido característico que nuestro cerebro asocia con frescura y calidad. Este “sonido de frescura” se procesa en el sistema auditivo, reforzando la percepción de satisfacción al consumir el alimento.
2. Una cuestión de supervivencia
Algunos científicos sugieren que, desde una perspectiva evolutiva, el crujiente podría haberse asociado con alimentos frescos y en buen estado. En la naturaleza, el crujiente indica que un alimento no está en proceso de descomposición; al contrario, puede significar que es seguro para el consumo. Así, nuestra atracción por la textura crujiente podría estar relacionada con la supervivencia, al permitirnos identificar alimentos más seguros y frescos.
3. Liberación de dopamina
El acto de masticar un alimento crujiente estimula la liberación de dopamina, el neurotransmisor asociado con el placer y la recompensa. Al morder unas crujientes galletitas saladas, nuestro cerebro recibe una pequeña “explosión” de placer. Este proceso de recompensa refuerza nuestra inclinación por estos alimentos, especialmente en situaciones de estrés o ansiedad, donde buscamos experiencias placenteras e inmediatas.
4. Un efecto multisensorial
Investigaciones recientes sugieren que la textura de los alimentos puede influir incluso más que el sabor cuando se trata de generar placer en el cerebro. Al combinarse el sonido con la textura, el crujiente produce una experiencia multisensorial que mejora la percepción del sabor de manera significativa. En palabras del profesor Charles Spence, experto en psicología experimental que ha dedicado gran parte de su obra a estudiar la ciencia detrás de la alimentación, el sonido y la textura de los alimentos afecta profundamente cómo percibimos el gusto.
¿Por qué es importante entender esto?
La industria alimentaria conoce muy bien nuestro amor por el crujiente. Por eso, muchos alimentos procesados están concebidos para ofrecer y maximizar esa textura; esto, sin embargo, también está relacionado con el exceso de consumo de alimentos altos en grasas o azúcares. Comprender cómo funciona esta atracción puede ayudarnos a tomar decisiones más informadas, especialmente si buscamos un equilibrio entre placer y salud en nuestra alimentación.