Rallar los tomates para quitarles la piel o hacer un corte en forma de cruz en la base y ponerlos a escaldar en una cazuela con agua hirviendo; se trata de quitarles la piel, así que se puede elegir el método que más nos guste.
Poner el aceite de oliva en una sartén amplia y añadir los ajos laminados y la guindilla, sofreir hasta que los ajos estén ligeramente dorados (en ese momento podemos si no queremos luego encontrar los trozos sacarlos del aceite)
Añadir los tomates rallados, el orégano y la sal, bajar el fuego a una temperatura media y dejar el tomate que se haga lentamente pero removiendo de vez en cuando para que no se agarre.
El tomate estará frito cuando haya perdido buena parte del agua y se haya quedado en una tercera parte aproximadamente del volumen inicial, cuando esté listo le agregamos la cucharadita de azúcar y lo dejamos hacer unos minutos para que el azúcar ligue perfectamente con el tomate.
Esta receta se puede hacer con cualquier tipo de tomate, y si no lo vamos a utilizar inmediatamente podemos embotarlo, para ello esterilizamos los botes hirviéndolos en agua y luego los cogeremos con cuidado con unas pinzas y muy calientes los rellenamos del tomate recién hecho (también tiene que estar muy caliente) y los tapamos inmediatamente, luego los ponemos boca abajo y los dejamos sellar al vacío durante toda la noche. Nos salen aproximadamente dos botes de 200 g.