Preparamos la masa del bizcocho: batimos con varillas las yemas de los huevos con el azúcar y, cuando se vuelvan blanquecinas, incorporamos el zumo de limón y su ralladura, así como el aceite y seguimos batiendo. Tamizamos el cacao, la harina, la levadura y el gasificante y se la añadimos a la mezcla anterior. Removemos bien con cuchara de madera o con una espátula de silicona.
En este punto, vamos a montar las 3 claras de huevo con un pizco de sal y las añadimos a la mezcla anterior, removiendo con cuidado en el sentido de las agujas del reloj. Vertemos la mezcla en una tartera desmoldable (o en el molde que más nos guste) y lo metemos en el horno precalentado durante 45 minutos a 160ºC (los primeros 30 minutos, con el calor sólo abajo y luego, calor arriba y abajo con el ventilador). Sacamos y dejamos que se enfríe bastante.
Preparar el glaseado de limón: montar con las varillas la clara de huevo con un pizco de sal y, cuando esté montada, añadir el azúcar glass poco a poco y, finalmente, el zumo de limón. Continuar batiendo unos 6-7 minutos más hasta lograr la textura que se prefiera. El glaseado puede ser más o menos consistente en función del resultado perseguido, así que a más azúcar, más se endurecerá en la nevera. Reservar en la nevera unos 15 minutos.
Desmoldar el bizcocho, cortarlo a la horizontal, rellenarlo con la jalea de albaricoque, taparlo y cubrirlo por completo con el glaseado. Yo usé una espátula de silicona, pero cada cual que use lo que prefiera. Hay que tener cuidado de no arrastrar demasiado de modo que evitemos despegar miguitas del bizcocho y que nos afee nuestro glaseado. Meter en la nevera al menos unas 2 horas.
Decorarlo con los conguitos. A tener en cuenta: Si queremos obtener un glaseado duro y compacto, deberemos añadir unos 200 g de azúcar glass y batir durante un buen rato, pero sin pasarnos o romperemos la textura del glaseado. Hacer un glaseado de limón consistente, pero que no se quedase como una costra, sino algo más suave y, por ello, le puse menos azúcar glass. El toque de limón fue el contrapunto perfecto para el bizcocho de cacao relleno de albaricoque.