Tamizamos la harina en una fuente profunda, y hacemos un hoyo en el centro. Ahí verteremos la leche templada y desharemos en ella la levadura prensada, mezclando un poco de harina de los bordes del volcán. Dejaremos fermentar esta mezcla unos 20 minutos hasta que veamos que la superficie tenga burbujas saliendo a flote.
Batimos los huevos con el azúcar, la esencia de vainilla y una pizca de sal, agregamos la mantequilla derretida, y añadimos esta mezcla al bol de la harina y el fermento. Mezclamos bien todos los ingredientes ya juntos, lo que nos dará como resultado una masa bastante fluída, y la dejamos fermentar otros 20 minutos.
Echaremos la masa semifermentada en un molde para savarín previamente engrasada, cuidando de no llenarla más de la mitad de su capacidad, y dejamos terminar de fermentar una hora más, o hasta que suba y doble su volumen.
Hornearemos 40 minutos a 200 grados, cuidando de que no se queme cubriendo el molde con un papel de aluminio si es necesario. Una vez cocido lo dejaremos enfriar sobre una rejilla mientras preparamos el almíbar.
Hervimos el agua, los licores y el azúcar unos minutos, y lo vertemos en una bandeja alta donde quepa nuestro savarín. Lo introducimos en el líquido y dejamos que lo absorba lentamente. Este proceso puede llevar toda una noche.
Cuando esté completamente empapado, lo colocamos en la bandeja de servir y rellenamos con las fresas cortadas en dados y la nata montada. Si el postre no se va a comer en el día, recomiendo montar la nata con una pizca de ácido ascórbico para que se mantenga firme más tiempo.
Si queremos darle un aspecto brillante a nuestro savarín, podemos pintarlo con un almíbar espeso o mermelada.
La harina tiene que ser harina de fuerza porque con la que pone ahí puedes utilizar como arma arrojadiza el savarín una vez sacado del horno y enfriado.
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La harina tiene que ser harina de fuerza porque con la que pone ahí puedes utilizar como arma arrojadiza el savarín una vez sacado del horno y enfriado.