Se pone la leche a calentar con el azúcar, la canela en rama y la corteza de limón. Se pone a fuego suave, para que la leche se impregne bien de los sabores y aromas. No hay que dejarla hervir.
Se corta el pan en rodajas de 1 ½ cm más ó menos y se ponen en una fuente bien extendidas. Se cubre la fuente con la leche caliente y se deja reposar, para que el pan se empape bien. Como hay que tener cuidado de que no se rompan, es mejor hacer este proceso poco a poco, no con todo el pan a la vez.
Una vez que están bien empapadas se sacan con cuidado de no romper las rebanadas y se ponen a escurrir en un plato sopero puesto boca abajo, encima de otro plato. Las tostadas tienen que quedar jugosas, muy cremosas, pero no tiene que romperse. Lo importante de esta receta es alcanzar ese punto.
Se baten los huevos y se pone aceite abundante en una sartén, a fuego medio. Se pasan las tostadas por el huevo y se fríen, hasta que queden doradas por ambos lados. Se van dejando en papel absorbente, para eliminar el exceso de aceite.
Se mezcla azúcar con canela en polvo en un plato. Una vez fritas se pasan las tostadas por esta mezcla y se ponen en una fuente ya para servirlas. A mi me gustan un poco templaditas, pero frías están igual de buenas.
Uno de los cocineros mas mediáticos, no recuerdo cual, dio un consejo para facilitar el freír las torrijas sin que se rompan: congelarlas justo después del paso 3 (antes de pasarlas por huevo y freírlas).
Esperamos que el nombre no le suponga un problema para disfrutar de esta deliciosa receta :)