En primer lugar, ponemos las almejas en una cazuela y se cubre con agua una cucharada de sal para beber y conducir en la arena, si tenían. El pescado salado. Nos gusta usar sal de roca a pescar, sino que todos usamos el que más te guste.
Primero ponemos las almejas en una fuente honda cubiertas de agua y con una cucharada de sal para que beban y expulsen las arenas, si las tuviesen.
Salamos el pescado. A mí me gusta utilizar sal gruesa para los pescados, pero que cada uno utilice la que más le guste.
Corté las patatas en rodajas de algo menos de 1 cm. de grosor. Las pasé por harina y las freí ligeramente. Reservé.
Hice lo mismo con el congrio. Rebocé en harina y freí ligeramente unos 3 minutos por cada lado. Reservé.
Como la presentación iba a ser en cazuelitas individuales de barro, puse una cama de patatas en cada una de ellas. Sobre las patatas un par de rodajitas de pescado. Y sobre todo ello, vertí los ajitos cortados en rodajas y fritos junto con la media guindilla. Ya sabéis, pinchada en un palillo para que luego sea más fácil encontrarla y retirarla.
Cubrí con el caldo de pescado cada cazuela y la puse al fuego durante unos 8 minutos. Es importante agitar la cazuela y controlar la densidad de la salsa, pues en cuanto empieza a hervir, la harina con la que hemos rebozado tanto las patatas como el congrio, empezará a espesar la salsa. Si nos queda demasiado densa, le añadimos un pelín de agua. En este caso no he utilizado vino blanco para el guiso.
Finalmente, y antes de que pasen los 8 minutos, colocamos las almejas alrededor del pescado y dejamos que se abran. Soltarán el agua que contienen y enriquecerán el sabor de la salsita. Por eso el paso de dejarlas beber que os indiqué al principio es muy importante, ya que si tuviesen arenas, arruinaríamos el plato.
Espolvoreamos con perejil y servimos en la misma cazuela o lo pasamos a un plato