Ponemos en una cazuela un poco de aceite a calentar y freímos los trozos de lechazo. Cuando estén bien dorados añadimos la cebolla, el ajo y las zanahorias cortado en trozos no muy grandes.
Salamos un poco y dejamos que se vaya haciendo todo junto. Cuando veamos que se queda muy seco añadimos un vaso de vino blanco y el perejil picado.
Lo hacemos a fuego lento y si vemos que se vuelve a quedar seco añadimos un poco de agua caliente. El lechazo le da mucho saber no necesitamos añadir caldo ni pastilla de caldo, sólo con agua quedará muy sabroso.
Lo dejamos que se haga a fuego lento hasta que el lechazo esté bien blando. En este punto lo retiramos y lo dejamos en un plato. Apartamos la cazuela del fuego y echamos una cucharada (tamaño café) de pimentón dulce. Revolvemos bien.
Colocamos todo este refrito en un recipiente y lo batimos. Volvemos a poner en la cazuela. Con la salsa batida conseguimos que nadie proteste porque encuentra trozos de cebolla o zanahoria y además queda una salsa espesa y muy rica.
Pelamos y cortamos las patatas cascándolas, y las colocamos en la cazuela revolviendo para que tomen el color de la salsa. Cubrimos de agua. Que el agua no sobrepase a las patatas. Cuando esté hirviendo echamos el lechazo, los guisantes y los pimientos asados.
Dejamos que se haga todo junto unos 20 minutos. Retiramos del fuego y si hace falta salamos un poco más. Tapamos la cazuela y dejamos que repose unos 5 o 10 minutos.