Este es un bocado muy rico y que no siempre lo cocinan bien en los restaurantes, ya que hay veces que dejan los trozos muy grandes o parte de la oreja cruda lo que ofrece mal sabor al plato. Para que no os suceda esto, lo mejor es que compréis vosotros y la cocinéis en casa tranquilamente.
Lo primero que hacemos es sacar la oreja del envase y ver el tamaño que tienen los trozos. Como a mi me parecía que los trozos eran un poco grandes, los volví a cortar para que tardará menos tiempo en hacerse y se cocinará bien por todos los lados.
El siguiente paso es echar en la sartén un chorrito de aceite, tampoco mucho, porque luego la oreja va a soltar bastante grasa, y los ajos laminados. Una vez que están doraditos los sacamos de la sartén y le añadimos la oreja. Hay que remover constantemente para que no se pegue.
Mientras tanto vamos haciendo un majado con los ajos, una cucharadita de café de pimentón dulce, la sal, el perejil y un chorro de aceite de oliva virgen extra. Cuando veamos que la oreja está casi cocinada le añadimos este majado y le damos varias vueltas para que se impregne todo. La dejamos unos minutos más para que la carne coja todos los sabores y ya está lista para servir. Veréis que textura más melosa os ha quedado y qué rico está este aperitivo.
Estas entradas no suelen encontrarse en los restaurantes y es cocina nostalgica, sencilla pero de gran sabor y tradición, además se puede preparar tambien con pellejo de cerdo.
No queda muy melosa, porque al principio no le echas mucho aceite, aunque claro no es un plato para degustar mientras se está a dieta.