Un día anterior ponga los tomates secos en una cacerola con un agua tibia y deje hidratarlos. Luego seqúelos con una servilleta de cocina e introduzca en una vasija en vidrio de los cubiertos de aceite de oliva inépurée extra. Consérvelos en el frigorífico hasta sonido utlización. En un mortero pilez el ail con la sal.
Introduzca los frutos secos y pilez-les más o menos hasta obtener la textura que le gusta más. Corte los tomates a emplastos. Eche la picadura en un tazón, con el aceite de haber macéré los tomates y uno aceite de oliva inépurée extra, hasta cubrir. Sazónelo con pimienta blanca y rectifique de una sal si era necesario; lo remueve un bien y lo reserva aparte del frigorífico. Después de haber sazonado la pasta, el pesto debe ser en una temperatura una atmósfera. Cuánto de más tiempo esté en una maceración más gusto adquirirá el aceite.
Luego en una marmita de agua hirviendo con un poco de sal, cocine la pasta como la indica el fabricante. Ella escurra un bien y distribúyala inmediatamente en los platos, con el pesto y el queso queso parmesano raspado por encima.
Después de haber cocinado los ravioles hay que hacer la atención a que no se rompen, introducir en la marmita con agua hirviendo, al bajo minuto a un medio difunto y antes del último minuto de cocción y apagar el fuego, cubrirlos y permitir que acaben de ser hechos por el propio calor.
En esta ocasión me pareció mejor de emplear el queso queso parmesano que el queso fresco, ya que el gusto del queso de La Manga de los ravioles es muy evidente y no habrían casado bien ambos quesos.